De cerca
- Lunes, 19 Mayo 2014 09:23
Autora: Amagoia Gurrutxaga Uranga. Zarautzeko postalak - 36ko Gerra. Lotura
Valeriano Saizar Arteaga. Alcalde de Villabona. Fue un personaje influyente en Villabona. Fue enterrado en el camino que une Zarautz con el alto de Orio, la noche del 9 al 10 de octubre de 1936. Fue ejecutado sin juicio previo, junto con otras personas. Según el acta de defunción del juzgado de Tolosa, “murió en la guerra por arma de fuego” (*).
En un panel de la exposición en la sala Gurea de Villabona El franquismo en Amasa-Villabona. Una acercamiento al pasado para construir el futuro, se pueden leer estas cinco frases:
“Fue un destacado militante del PNV. Ocupó varios cargos de responsabilidad en el Ayuntamiento de Villabona. Antes del estallido de la guerra fue alcalde y concejal. Fue asesinado el 9 de octubre de 1936, en el alto de Orio, cuando huía a Bilbao junto a su hija y su yerno. Después de ser detenido y abatido a tiros, fue enterrado en Zarautz”.
Maria Zulaika Larrañaga del caserío Beobate relata de la siguiente manera como el carlista zarauztarra Marcelino Manterola les obligó a cavar hoyos (KLIKATU HEMEN TESTIGANTZA OSOTIK IRAKURTZEKO):
“Vinieron a enterrar a los muertos. Debajo de Txindurrita, en el camino a Zarautz...antes de llegar al alto de Orio, está el camino hacia Txindurrita. Allí, subiendo por el camino, había tres acacias y mi difunto padre y mi hermano Antonio fueron a cavar un agujero a los pies de esos árboles. Era un terreno que utilizaban los de Sorazu en Mendibeltza.
Mi padre y mi hermano empezaron a cavar y se dieron cuenta que era imposible. ¡No había tierra debajo de las acacias! Entonces, les ordenaron que apilaran los cuerpos y que los pisotearan. En ese momento, uno que estaba debajo abrió los ojos y mi hermano Antonio se mareó. Mi padre, a pesar de ser igual de cobarde, siguió, pero no pudieron enterrarlos porque no había tierra para taparlos. Según parece, echaron algo encima y los abandonaron allí mismo.
Manterola, cuando mi hermano se mareó, le dijo: ‘¿Por qué lloráis? ¡Todavía os quedan un montón de hoyos que cavar!’. ¡Cómo se puede decir eso! Todo eso nos hizo Manterola. Luego, ese mismo día vinieron a por ellos. Vinieron a nuestra casa. A los muertos les quité los anillos y los sellos (se refiere a un tipo de anillo). ¡No se cómo reuní el valor necesario para hacerlo! Ahora sería incapaz. El caso es que guardé los anillos. Vinieron al atardecer, y se los dí. Estaba dispuesta a dárselos. Dijeron que eran alcaldes. Uno de ellos de Usurbil. Los llevaron a sus pueblos. Así termino todo aquello”.
“Dijeron que eran alcaldes...” Y Valeriano fue alcalde. Ostentó el cargo de alcalde en dos ocasiones, concretamente en 1899 y en 1932; posteriormente, fue concejal en la corporación municipal. Asimismo, gestionaba diversos negocios.
El ejército de Franco irrumpe en Amasa-Villabona el 16 de agosto de 1936. Según varios testigos, ese día Saizar no regresó a casa. Valeriano, en su huida a Bilbao junto a su hija Carmen y a José Ignacio, el esposo de ésta, (José Ignacio asumió grandes responsabilidades en el gobierno del Lehendakari Agirre) les dijo lo siguiente: por qué tengo que huir si no he hecho nada. Se detuvieron en Getaria, ya que tenían amigos allí, y se resguardaron en la casa de la familia Balentziaga. En un intento de regresar a casa, fue detenido. Tenía 72 años.
Tras la muerte de Valeriano, sus familiares recibieron la visita de la banda municipal. Cuando los franquistas conquistaban un pueblo, la banda de música tocaba en los portales de las casas.
Los sucesos narrados por Maria ocurrieron el 10 de octubre de 1936 de madrugada y a Saizar lo mataron el 9 de octubre. Según el acta de defunción redactado en el juzgado de Tolosa el 2 de enero de 1941, murió “a causa de la guerra por arma de fuego”.
Es evidente que se trata de un eufemismo. Fueron asesinados a tiros sin juicio previo.
El acta señala que falleció en Zarautz, pero no menciona dónde fue enterrado. En el testimonio de Maria se hace referencia a los familiares que fueron esa misma noche a por los cuerpos de las víctimas (según se ha podido constatar, dos de ellos eran el usurbildarra Patxi Aizpurua Alkorta y el zubietarra Cosme Yaguez). Milagros Pagola cuenta (KLIKATU HEMEN TESTIGANTZA OSORIK IRAKURTZEKO) que “dieron sepultura en el cementerio de Zarautz a su tío a escondidas.
Seguramente, también estarían presentes los familiares de otros fallecidos; los familiares de las víctimas acudieron inmediatamente. (…) Al poco de fallecer mi tío sucedió algo increíble: los huesos habían desaparecido. Nosotros pensamos que los había retirado la familia Aizpurua Errazkin de Zarautz, porque sabían donde estaba enterrado mi tío, y ellos pensaron que habíamos sido nosotros los que los habíamos retirado. Sin embargo, fue el enterrador de Zarautz quien sacó los restos de allí. Los restos fueron trasladados. Siempre hemos creído que están en el panteón de Lazaro Beristain Aizpurua. No te puedo decir nada más”.
En 1979, Carmen, la hija de Valeriano Saizar, solicita la pensión correspondiente según el decreto 35-78 del 16 de noviembre de 1978. En la mencionada solicitud, aporta diversos datos sobre la muerte de su padre. Esos datos nos recuerdan a algunos sucesos narrados por María Zulaika y Milagros Pagola: Después de su detención por parte de los franquistas, Saizar fue trasladado a una especie de campo de concentración ubicado en Lasarte, y el 9 de octubre de 1936, fue fusilado en el alto de Orio y enterrado en Zarautz.
Según el alcalde de Villabona en 1979, era “cosa sabida y manifiesta” que Valeriano Saizar fue fusilado en la guerra. Y otorgó total credibilidad a los hechos narrados en la solicitud presentada por Carmen Saizar. Sin embargo, fue detenido en Getaria, en casa de la familia Balentziaga y no en Mutriku. La familia Balentziaga trasladó el cuerpo de Saizar al cementerio de Zarautz para enterrarlo. Los familiares no consiguieron llevar su cadáver a Villabona.
Tal y como recoge la obra Gerra Zibila Euskal Herrian (Aralar liburuak, 1998), Valeriano, estando en capilla, recibió la visita de un párroco fascista, al cual le respondió lo siguiente:
“Toda mi vida he creído y he practicado la religión cristiana. Ahora ya no creo. No quiero practicarla”.
Los familiares desconocen el lugar exacto en el que descansan los restos de Valeriano.